Sin duda alguna que para llegar hacia Paolo Guerrero es toda una batalla, guerra, lucha, llámenlo como deseen, pero uno sí que termina cansado. Aproveché la estadía de Paolo en Perú debido a la fecha de eliminatorias.
El trabajar en la Videna tiene sus beneficios, ya que cuando son fechas de partidos por las eliminatorias, todos los jugadores convocados concentran en las instalaciones de la Federación Peruana de Fútbol. El acceso entonces para los trabajadores no es difícil, y más aún si te haces amigos de los encargados de la seguridad. Llegar hacia Claudio Pizarro, Jefferson Farfán o Juan Manuel Vargas es fácil, pero llegar hacia el jugador del momento, sí que es complicado.
Desde ya podemos decir que Paolo sin duda es un jugador muy tímido, solo sale al estacionamiento de la Videna para sacar una que otra cosa de su lujoso y ostentoso auto deportivo Nissan valorizado en más de 100 mil dólares. Siempre él con su gorra plana color rojo que combine con el uniforme de la selección.
Por las noches, cuando es el momento de la visita de la familia, Paolo busca siempre tener un lugar más privado por lo que es más difícil aún encontrarlo. Tuve una conversación fugaz con él para acceder a una entrevista privada y exclusiva a la que él accedió pero me indicó que lo esperar unos minutos que terminara de atender a su familia. Como buen periodista y en busca de la exclusiva esperé hasta que se desocupara.
Una vez desocupado, apenas caminaba con él explicándole de qué se trataba mi entrevista, se acercó raudo el jefe de prensa, Wilmer del Águila, y se llevó a mi entrevistado, quien se iba algo confundido siempre con las manos en los bolsillos entre la noche fría que hay siempre en las instalaciones de la Videna. Apenas pude captar una instantánea con el delantero furor del Corinthians, pero como periodista, uno no se puede quedar sin tener su exclusiva, y qué mejor que Don Sergio Markarián para que me hablara de Paolo, y sí que me atendió con toda amabilidad.
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